(1) El viejo sombrero que sirvió de disfraz a un joven enamorado
(2) Unas gafas sin
cristales ni patillas, que solo sirven para recordarte donde tienes la nariz
(3) La mesita de noche
del portero de día
(4) La tetera de un
bereber hospitalario que se enamoró perdidamente del caballo de su vecino y eso
le costó la cabeza
(5) La cabeza disecada
del presunto asesino del bereber porque este fue más rápido que su victima
(6) El diario del
verdugo que acabó con la vida de los dos nómadas, aunque no deja claro en qué
orden
(7) Una bañera con patas
de metal, de las antiguas, pero que nunca tuvimos
(8) El espejo donde se
miraba mi madre todas las mañanas hasta que dejó de reírse de sí misma
(9) Unas barras de
cortina que nunca se pusieron
(10) El reloj de pared
sin agujas de mi padre porque el tiempo para él siempre fue eterno
(11) La lámpara que nunca
funcionó pero que nadie se atrevió a tirar porque había sido un regalo
(12) Una nevera abierta y
barriguda, con el pomo roto y una etiqueta ilegible; me hubiera encantado poder
abrirla una vez más y coger leche con su nata por encima.
(13) Una mochila plagada
en su armazón por etiquetas de tela, sosteniendo vivos los recuerdos de su
dueño, un viejo amigo.
(14) La mesa de IKEA que
estaba fenomenal, pero no cabía en ninguna habitación; al menos se pudo guardar
por piezas y no hubo que montarla
(15) 4 botellas de
aceite, 5 botellas de vino y una de sidra que lleva ni se sabe en el mismo
rincón de este trastero atemporal, sin perder ni una burbuja
Y cómo no, la tele del tío Paco,
de válvulas y pantalla en blanco y negro, en la que veíamos la película del
sábado por la tarde toda la familia. Aunque creo que se me olvida algo: tendré
que comenzar de nuevo a hacer el inventario.
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