Hecho
en una fábrica, junto a miles de muñecos semejantes y, sin embargo, uno solo, mediando
entre nosotros.
Un
ser entregado al abrazo de su potencial destinatario; el silencio que permite a
su dueño dictar el juego y las palabras.
El
oyente tranquilo de un niño que siempre confió en nuestra vuelta; compañero de
viaje, ocupando siempre la mano que no hacía de chupete.
Refugio,
soporte; ternura, olvido, recuerdo.
Aunque
sentado entre los demás muñecos parece uno más, Luca es el primero y, como dos
amigos, con el tiempo, se han ido copiando el uno al otro los gestos.
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